Con todo el respeto, me gustaría preguntarles algo, amigos míos, y créanme que ninguna pregunta será irónica. Tanto la fe en un ser superior como la ausencia de ella son construcciones internas, hechos personales e íntimos. No me refiero a las religiones, sino al convencimiento propio de que hay un Dios o no. Lo incomprensible de ambas posibilidades es pretender que los demás crean o no en lo que nosotros creemos. ¿Por qué tanto los ateos como los creyentes en algo superior necesitan derribar los castillos del otro? ¿Por qué esa necesidad? La respuesta es que así es la naturaleza humana. En nombre de las religiones se han causado más muertes y víctimas que con las peores pestes, pero como dije, las construcciones en forma de religión son cosas de los hombres. Incluso los ateos deben reconocer que Dios no tiene nada que ver con ellas, pues desde su punto de vista, aunque Dios no exista, existen las religiones. Lo extraño es que nunca Dios ha causado daño alguno, pero parece que entre los ateos, el blanco es él y no los inventos en forma de religión, y sobre todo los fundamentalistas. Desde mi curiosidad, pregunto ¿por qué no dejar que una persona viva en su fe en paz? ¿Por qué no dejar que una persona viva su ateísmo con tranquilidad y plenitud? Intentar convencer a una persona religiosa de la no existencia de su dios es tan inútil como intentar convertir a un ateo convencido. Entonces, ¿para qué? Esa desesperación por sumar adherentes los hermana a los religiosos que hacen igual. Espero no haber ofendido a nadie. Pero jamás se podrá debatir de forma cierta y convincente con un religioso, ya que el ateo debate desde el intelecto y el religioso desde la fe. Es tan estéril la cosa como intentar convencer a un gay de ser hetero desde la razón, cuando la sexualidad es cosa de instinto, no de razonamiento. Obviamente, igual a la inversa. Un abrazo a todos.
Continuará…
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